mayo 2012
«El que venga a mi, no tendrá hambre, y el que crea en mi no tendrá nunca sed.» (Jn 6,35)

15.5.12
Aproximación Histórica:

No tenemos datos exactos de la fundación de nuestra Hermandad, pero si la podemos situar en un período de tiempo bastante aproximado. Antes de aventurarnos a dar cifras, sería conveniente repasar varias circunstancias históricas que van a justificar la situación cronológica del nacimiento de la misma. 

Partimos de la base de la perdida de los dos primeros libros de cuentas del Hospital de la Resurrección que sin duda podrían esclarecer las circunstancias de la creación de la Hermandad de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Probablemente se perdieron en el incendio de los archivos municipales en 1783, aunque no perdemos la esperanza como no lo hizo Manuel Barra de que estén en manos de particulares y algún día vean la luz pública para regocijo de todos. Así mismo, tenemos que partir del hecho de que se encuentran en paradero desconocido los libros de la primitiva Cofradía de la Resurrección, debido a que su Mayordomo en 1713 se trasladó de domicilio a Morón de la Frontera llevándolos consigo, perdiéndosele la pista desde ese instante, hecho que alimenta la esperanza de que puedan recuperarse algún día.

Lo que parece claro es que el deseo expresado por Diego Álvarez de Bohórquez fue llevado a cabo y además, secundado por otros miembros de la comunidad de Bornos porque se fundaron dos Hermandades más con Sede Canónica en la Iglesia Hospital de la Resurrección. Este hecho nos lleva a pensar que ninguna de las tres fue anterior a 1576, fecha en la que Manuel Barra data el inicio de las obras de construcción de la Iglesia Hospital.

Parece claro que habiendo dejado escrito en su testamento Diego Álvarez “Después de hecha la dicha Iglesia y hospital, si los vecinos de esta villa quisieren hacer hermandad e cofradía en él que la puedan hacer teniendo la dicha cofradía y nombrándose de la Santísima Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo” y continuando sus descendientes al frente del patronato del mismo, no se permitiese al principio que se fundara una cofradía distinta a la que había autorizado Diego Álvarez.

Así pues, Manuel Barra afirma en su libro “Iglesias y Ermitas de Bornos”, creemos que con buen criterio, que la primera en fundarse de las tres Hermandades mencionadas fue la de la Santísima Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Pero un dato que nubla lo que realmente ocurrió es determinar si fue una Hermandad de Gloria que veneraba y daba culto a Jesús Resucitado o dese el principio fue una hermandad de penitencia que veneraba también a Nuestra Señora de las Angustias. Manuel Barra determina que sería necesario conocer la fecha de adquisición de la Virgen de las Angustias – actual Virgen del Mayor Dolor-, pero sabemos que antes de su primera extinción ya era penitencial, porque una de las razones de su renovación en 1713 fue “por la mucha devoción […] a María Santísima de las Angustias, imagen de dicha cofradía”. 


Nuestra Señora de la Angustias (Del Mayor Dolor)

Esta afirmación nos lleva a pensar que la Cofradía que existía en el siglo XVII veneraba solamente a Jesús Resucitado aunque no existiese imagen de éste en la Iglesia de la Resurrección hasta 1694 o a éste y a la Virgen de la Angustias. No pudo por tanto la misma venerar a Jesús atado a la Columna que data de 1683.


Jesús Resucitado año 1694
Cerrando el círculo de datos que poseemos por la pericia y el tesón de Manuel Barra podríamos concluir que si tenemos en cuenta que fue la primera cofradía en fundarse y la segunda tuvo su fundación en 1640 por Toribio García según consta en su testamento de 1670, “Quiero y es mi voluntad que de las dichas casas las haya y lleve la Cofradía de Nuestro Señor Jesucristo Nazareno, de quien he sido muy devoto y Hermano Mayor, desde el año de seiscientos y cuarenta, que se fundó e instituyó a mi diligencia, hasta el día de hoy, y que sea con cargo a decir en cada un año treinta misas […] y que estas se digan en el Hospital de la Resurrección de esta villa […] o en otra parte, si se mudare dicha cofradía”, la cofradía de la Santísima Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo es anterior a la mencionada fecha.

Además de anterior a 1640, la forma de redacción del testamento de Toribio García, en la que ya prevé un posible traslado de la Cofradía de Nuestro Señor Jesucristo Nazareno, es suficientemente indicativo de que en la Iglesia de la Resurrección existía con anterioridad otra que no podía ser más que la cofradía de la Santísima Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, con suficiente antigüedad y arraigo para que el propio fundador de la Cofradía del Nazareno anduviese pensando en un traslado de Sede Canónica.

Estos datos históricos vienen a situar la fundación de nuestra Hermandad entre 1576 y 1640, sin poder aproximar más el año concreto de fundación de la misma, pero pudiese que se produjera a principios del siglo XVII y mas arriesgadamente podría haberse fundado igualmente a finales de del siglo XVI, idea esta que aunque parezca descabellada bien podría haberse producido, si tenemos en cuenta la diligencia con que se llevan a cabo los deseos de Diego Álvarez, que en todo momento secundan sus descendientes y Guiomar Torres su viuda, y teniendo en cuenta que transcurrieron veinticuatro años desde el inicio de las obras hasta el final de siglo.

Partiendo pues del dato de que a principios del XVII existió ya la Cofradía, podemos situarla como Hermandad de Gloria que venera a Jesús Resucitado y a la Virgen de la Angustias, imagen cuya adquisición fijaría definitivamente el año de fundación de la misma, anterior a la existencia de Jesús Resucitado y que en el transcurrir de los años próximos evolucionaría a Hermandad de Penitencia.


Conclusión:

A modo de fijación de datos y para resumir esta exposición que se fundamenta en el libro de Manuel Barra, podemos afirmar que nuestra Hermandad se fundó a finales del siglo XVI o principios del XVII como cofradía de gloria que veneraba a Jesús Resucitado y a Nuestra Señora de la Angustias, evolucionando a Hermandad de penitencia, que llegó a procesionar dos veces al año, una el domingo de Pascua con Jesús Resucitado y otra el Miércoles Santo con Jesús atado a la Columna y María Santísima de las Angustias, cambiando su titulo de Cofradía de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo a Cofradía de la Santísima Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima de la Angustias, desde 1714, año de su renovación.


9.5.12
Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Los ha querido apasionadamente. Los ha amado con el mismo amor con que lo ha amado el Padre. Ahora los tiene que dejar. Conoce su egoísmo. No saben quererse. Los ve discutiendo entre sí por  obtener los primeros puestos. ¿Qué será de ellos?


Las palabras de Jesús adquieren un tono solemne. Han de quedar bien grabadas en todos: "Éste es mi mandato: que os améis unos a otros como yo os he amado". Jesús no quiere que su estilo de amar se pierda entre los suyos. Si un día lo olvidan, nadie los podrá reconocer como discípulos suyos.

De Jesús quedó un recuerdo imborrable. Las primeras generaciones resumían así su vida: "Pasó por todas partes haciendo el bien". Era bueno encontrarse con él. Buscaba siempre el bien de las personas. Ayudaba a vivir. Su vida fue una Buena Noticia. Se podía descubrir en él la cercanía buena de Dios.

Jesús tiene un estilo de amar inconfundible. Es muy sensible al sufrimiento de la gente. No puede pasar de largo ante quien está sufriendo. Al entrar un día en la pequeña aldea de Naín, se encuentra con un entierro: una viuda se dirige a dar tierra a su hijo único. A Jesús le sale desde dentro su amor hacia aquella desconocida: "Mujer, no llores". Quien ama como Jesús, vive aliviando el sufrimiento y secando lágrimas.

Los evangelios recuerdan en diversas ocasiones cómo Jesús captaba con su mirada el sufrimiento de la gente. Los miraba y se conmovía: los veía sufriendo, o abatidos o como ovejas sin pastor. Rápidamente, se ponía a curar a los más enfermos o a alimentarlos con sus palabras. Quien ama como Jesús, aprende a mirar los rostros de las personas con compasión.

Es admirable la disponibilidad de Jesús para hacer el bien. No piensa en sí mismo. Está atento a cualquier llamada, dispuesto siempre a hacer lo que pueda. A un mendigo ciego que le pide compasión mientras va de camino, lo acoge con estas palabras: "¿Qué quieres que haga por ti?". Con esta actitud anda por la vida quien ama como Jesús.


Jesús sabe estar junto a los más desvalidos. No hace falta que se lo pidan. Hace lo que puede por curar sus dolencias, liberar sus conciencias o contagiar confianza en Dios. Pero no puede resolver todos los problemas de aquellas gentes.

Entonces se dedica a hacer gestos de bondad: abraza a los niños de la calle: no quiere que nadie se sienta huérfano; bendice a los enfermos: no quiere que se sientan olvidados por Dios; acaricia la piel de los leprosos: no quiere que se vean excluidos. Así son los gestos de quien ama como Jesús.

J. A. Págola

3.5.12
Según el relato evangélico de Juan, en vísperas de su muerte, Jesús revela a sus discípulos su deseo más profundo: "Permaneced en mí". Conoce su cobardía y mediocridad. En muchas ocasiones les ha recriminado su poca fe. Si no se mantienen vitalmente unidos a él no podrán subsistir.

Las palabras de Jesús no pueden ser más claras y expresivas: "Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí". Si no se mantienen firmes en lo que han aprendido y vivido junto a él, su vida será estéril. Si no viven de su Espíritu, lo iniciado por él se extinguirá.

Jesús emplea un lenguaje rotundo: "Yo soy la vid y vosotros los sarmientos". En los discípulos ha de correr la savia que proviene de Jesús. No lo han de olvidar nunca. "El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada". Separados de Jesús, sus discípulos no podemos nada.

Jesús no solo les pide que permanezcan en él. Les dice también que "sus palabras permanezcan en ellos". Que no las olviden. Que vivan de su Evangelio. Esa es la fuente de la que han de beber. Ya se lo había dicho en otra ocasión: "Las palabras que os he dicho son espíritu y vida".

El Espíritu del Resucitado permanece hoy vivo y operante en su Iglesia de múltiples formas, pero su presencia invisible y callada adquiere rasgos visibles y voz concreta gracias al recuerdo guardado en los relatos evangélicos por quienes lo conocieron de cerca y le siguieron. En los evangelios nos ponemos en contacto con su mensaje, su estilo de vida y su proyecto del reino de Dios.

Por eso, en los evangelios se encierra la fuerza más poderosa que poseen las comunidades cristianas para regenerar su vida. La energía que necesitamos para recuperar nuestra identidad de seguidores de Jesús. El Evangelio de Jesús es el instrumento pastoral más importante para renovar hoy a la Iglesia.

Muchos cristianos buenos de nuestras comunidades solo conocen los evangelios "de segunda mano". Todo lo que saben de Jesús y de su mensaje proviene de lo que han podido reconstruir a partir de las palabras de los predicadores y catequistas. Viven su fe sin tener un contacto personal con "las palabras de Jesús".

Es difícil imaginar una "nueva evangelización" sin facilitar a las personas un contacto más directo e inmediato con los evangelios. Nada tiene más fuerza evangelizadora que la experiencia de escuchar juntos el Evangelio de Jesús desde las preguntas, los problemas, sufrimientos y esperanzas de nuestros tiempos.

J.A.Págola

Anfora y Corazón

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