2011
«El que venga a mi, no tendrá hambre, y el que crea en mi no tendrá nunca sed.» (Jn 6,35)

29.12.11

La Solemnidad de Santa María Madre de Dios es la primer Fiesta Mariana que apareció en la Iglesia Occidental, su celebración se comenzó a dar en Roma hacia el siglo VI, probablemente junto con la dedicación –el 1º de enero– del templo “Santa María Antigua” en el Foro Romano, una de las primeras iglesias marianas de Roma.
La antigüedad de la celebración mariana se constata en las pinturas con el nombre de “María, Madre de Dios” (Theotókos) que han sido encontradas en las Catacumbas o antiquísimos subterráneos que están cavados debajo de la ciudad de Roma, donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Misa en tiempos de las persecuciones.
Más adelante, el rito romano celebraba el 1º de enero la octava de Navidad, conmemorando la circuncisión del Niño Jesús. Tras desaparecer la antigua fiesta mariana, en 1931, el Papa Pío XI, con ocasión del XV centenario del concilio de Éfeso (431), instituyó la Fiesta Mariana para el 11 de octubre, en recuerdo de este Concilio, en el que se proclamó solemnemente a Santa María como verdadera Madre de Cristo, que es verdadero Hijo de Dios; pero en la última reforma del calendario –luego del Concilio Vaticano II– se trasladó la fiesta al 1 de enero, con la máxima categoría litúrgica, de solemnidad, y con título de Santa María, Madre de Dios.
De esta manera, esta Fiesta Mariana encuentra un marco litúrgico más adecuado en el tiempo de la Navidad del Señor; y al mismo tiempo, todos los católicos empezamos el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María.
El Concilio de Éfeso
En el año de 431, el hereje Nestorio se atrevió a decir que María no era Madre de Dios, afirmando: “¿Entonces Dios tiene una madre? Pues entonces no condenemos la mitología griega, que les atribuye una madre a los dioses”. Ante ello, se reunieron los 200 obispos del mundo en Éfeso –la ciudad donde la Santísima Virgen pasó sus últimos años– e iluminados por el Espíritu Santo declararon: “La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios”. Y acompañados por todo el gentío de la ciudad que los rodeaba portando antorchas encendidas, hicieron una gran procesión cantando: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén".
Asimismo, San Cirilo de Alejandría resaltó: “Se dirá: ¿la Virgen es madre de la divinidad? A eso respondemos: el Verbo viviente, subsistente, fue engendrado por la misma substancia de Dios Padre, existe desde toda la eternidad... Pero en el tiempo él se hizo carne, por eso se puede decir que nació de mujer”.
Madre del Niño Dios
He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra” Es desde ese fiat, hágase que Santa María respondió firme y amorosamente al Plan de Dios; gracias a su entrega generosa Dios mismo se pudo encarnar para traernos la Reconciliación, que nos libra de las heridas del pecado.
La doncella de Nazareth, la llena de gracia, al asumir en su vientre al Niño Jesús, la Segunda Persona de la Trinidad, se convierte en la Madre de Dios, dando todo de sí para su Hijo; vemos pues que todo en ella apunta a su Hijo Jesús.
Es por ello, que María es modelo para todo cristiano que busca día a día alcanzar su santificación. En nuestra Madre Santa María encontramos la guía segura que nos introduce en la vida del Señor Jesús, ayudándonos a conformarnos con Él y poder decir como el Apóstol “vivo yo más no yo, es Cristo quien vive en mí”.

20.12.11
El concilio Vaticano II presenta a María, Madre de Jesucristo, como "prototipo y modelo para la Iglesia", y la describe como mujer humilde que escucha a Dios con confianza y alegría. Desde esa misma actitud hemos de escuchar a Dios en la Iglesia actual.
«Alégrate». Es lo primero que María escucha de Dios y lo primero que hemos de escuchar también hoy. Entre nosotros falta alegría. Con frecuencia nos dejamos contagiar por la tristeza de una Iglesia envejecida y gastada. ¿Ya no es Jesús Buena Noticia? ¿No sentimos la alegría de ser sus seguidores? Cuando falta la alegría, la fe pierde frescura, la cordialidad desaparece, la amistad entre los creyentes se enfría. Todo se hace más difícil. Es urgente despertar la alegría en nuestras comunidades y recuperar la paz que Jesús nos ha dejado en herencia.

«El Señor está contigo». No es fácil la alegría en la Iglesia de nuestros días. Sólo puede nacer de la confianza en Dios.  No estamos huérfanos. Vivimos invocando cada día a un Dios Padre que nos acompaña, nos defiende y busca siempre el  bien de todo ser humano. Esta Iglesia, a veces tan desconcertada y pérdida, que no acierta a volver al Evangelio, no está sola. Jesús, el Buen Pastor, nos está buscando. Su Espíritu nos está atrayendo. Contamos con su aliento y comprensión. Jesús no nos ha abandonado. Con él todo es posible.


«No temas». Son muchos los miedos que nos paralizan a los seguidores de Jesús. Miedo al mundo moderno y a la secularización. Miedo a un futuro incierto. Miedo a nuestra debilidad. Miedo a la conversión al Evangelio. El miedo nos está haciendo mucho daño. Nos impide caminar hacia el futuro con esperanza. Nos encierra en la conservación estéril del pasado. Crecen nuestros fantasmas. Desaparece el realismo sano y la sensatez cristiana. Es urgente construir una Iglesia de la confianza. La fortaleza de Dios no se revela en una Iglesia poderosa sino humilde.
«Darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús». También a nosotros, como a María, se nos confía una misión: contribuir a poner luz en medio de la noche. No estamos llamados a juzgar al mundo sino a sembrar esperanza. Nuestra tarea no es apagar la mecha que se extingue sino encender la fe que, en no pocos, está queriendo brotar: Dios es una pregunta que humaniza.
Desde nuestras comunidades, cada vez más pequeñas y humildes, podemos ser levadura de un mundo más sano y fraterno. Estamos en buenas manos. Dios no está en crisis. Somos nosotros los que no nos atrevemos a seguir a Jesús con alegría y confianza.
J. A. Págola

10.12.11
La imagen de los desposorios es reflejo de la Alianza de Dios con su Pueblo. El clima de alegría y de gozo desbordante que recoge el profeta Isaías encaja perfectamente en este domingo denominado tradicionalmente "Gaudete" (¡Alégrense!).

«Como el suelo echa sus brotes... así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos». La palabra de Dios, escuchada como es y como se nos da, nos saca del individualismo y de las expectativas reducidas. La acción de Dios se asemeja a una tierra fértil que hace germinar con vigor plantas de todo tipo. Así Dios suscita la santidad –justicia– y, en consecuencia, provoca la alabanza gozosa y exultante –«los himnos»–. Y eso no para unos pocos, sino para «todos los pueblos». Éstos son los horizontes en que nos introduce la esperanza del Adviento. Pues la acción de Dios es fecunda e inagotable, genera vida.
«Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren». Si prestamos atención a los textos, ellos nos dirán quiénes somos o cómo estamos y, a la vez, qué estamos llamados a ser. Nos encontramos desgarrados, cautivos, prisioneros... Nos encontramos llenos de sufrimientos porque todavía no conocemos ni vivimos suficientemente la buena noticia, el Evangelio... Pero es a los que así se encuentran a los que se les proclama la amnistía y la liberación de la esclavitud; se les anuncia la buena nueva y se les invita a dejarse vendar los corazones desgarrados... ¿Lo creo de veras? ¿Lo deseo? ¿Lo espero?
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido». Para todo esto viene Cristo, el Mesías, el Ungido. Nosotros también hemos sido ungidos. Somos cristianos. Hemos recibido el mismo Espíritu de Cristo. Y también somos enviados a dar la buena noticia a los que sufren, a vendar los corazones desgarrados. Y además de acoger la acción de Cristo en nosotros, en favor nuestro –o mejor, en la medida en que la acojamos–, prolongamos a Cristo y su acción en el mundo y a favor del mundo, dejándole que tome nuestra mente, nuestro corazón, nuestros labios, nuestras manos, y los use a su gusto.
El Evangelio nos muestra a Juan Bautista, testigo de la luz. Nos ayuda a prepararnos a recibir a Cristo que viene como «luz del mundo». Para acoger a Cristo hace falta mucha humildad, porque su luz va a hacernos descubrir que en nuestra vida hay muchas sombras; más aún, Él viene como luz para expulsar nuestras tinieblas. Si nos sentimos indigentes y necesitados, Cristo nos sana. Pero el que se cree ya bastante bueno y se encierra en su autosuficiencia y en su imaginada bondad, no puede acoger a Cristo: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven se vuelvan ciegos» (Jn 9,39).
Juan Bautista es testigo de la luz. Y bien sabemos lo que le costó a él ser testigo de la luz y de la verdad. Pues bien, no podemos recibir a Cristo si no estamos dispuestos a jugarnos todo por Él. Poner condiciones y cláusulas es en realidad rechazar a Cristo, pues las condiciones las pone sólo Él. Si queremos recibir a Cristo que viene como luz, hemos de estar dispuestos a convertirnos en testigos de la luz, hasta llegar al derramamiento de nuestra propia sangre, si es preciso, lo mismo que Juan. «Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos» (Mt10, 32-33).
Juan Bautista es testigo de la luz. Pero confiesa abiertamente que él no es la luz, que no es el Mesías. Él es pura referencia a Cristo; no se queda en sí mismo ni permite que los demás se queden en él. ¡Qué falta nos hace esta humildad de Juan, este desaparecer delante de Cristo, para que sólo Cristo se manifieste! Ojalá podamos decir con toda verdad, como Juan: «Es preciso que Él crezca y que yo disminuya» (Jn 3,30).

7.12.11
La primera palabra de parte de Dios a los hombres, cuando el Salvador se acerca al mundo, es una invitación a la alegría. Es lo que escucha María: Alégrate.

J. Moltmann, el gran teólogo de la esperanza, lo ha expresado así:

«La palabra última y primera de la gran liberación que viene de Dios no es odio, sino alegría; no condena, sino absolución. Cristo nace de la alegría de Dios y muere y resucita para traer su alegría a este mundo contradictorio y absurdo».
Sin embargo, la alegría no es fácil. A nadie se le puede obligar a que esté alegre ni se le puede imponer la alegría por la fuerza. La verdadera alegría debe nacer y crecer en lo más profundo de nosotros mismos.
De lo contrario; será risa exterior, carcajada vacía, euforia creada quizás en una «sala de fiestas», pero la alegría se quedará fuera, a la puerta de nuestro corazón.
Lienzo a la témpera de PMBC 11 años
La alegría es un don hermoso, pero también muy vulnerable. Un don que hay que saber cultivar con humildad y generosidad en el fondo del alma. H. Hesse explica los rostros atormentados, nerviosos y tristes de tantos hombres, de esta manera tan simple:
«Es porque la felicidad sólo puede sentirla el alma, no la razón, ni el vientre, ni la cabeza, ni la bolsa».
Pero hay algo más. ¿Cómo se puede ser feliz cuando hay tantos sufrimientos sobre la tierra? ¿Cómo se puede reír, cuando aún no están secas todas las lágrimas, sino que brotan diariamente otras nuevas? ¿Cómo gozar cuando dos terceras partes de la humanidad se encuentran hundidas en el hambre, la miseria o la guerra?

La alegría de María es el gozo de una mujer creyente que se alegra en Dios salvador, el que levanta a los humillados y dispersa a los soberbios, el que colma de bienes a los hambrientos y despide a los ricos vacíos.
La alegría verdadera sólo es posible en el corazón del hombre que anhela y busca justicia; libertad y fraternidad entre los hombres. María se alegra en Dios, porque viene a consumar la esperanza de los abandonados. Sólo se puede ser alegre en comunión con los que sufren y en solidaridad con los que lloran. Sólo tiene derecho a la alegría quien lucha por hacerla posible entre los humillados. Sólo puede ser feliz quien se esfuerza por hacer felices a otros.
J.A. Págola

2.12.11
En las puertas del Adviento, que nos invita de una forma especial a dar acogida en nuestro corazón al “Señor que viene”, Cáritas Española, con la colaboración de otras instituciones, impulsa la campaña a favor de las personas que, por circunstancias diversas, han quedado en situación extrema de pobreza: sin hogar, sin trabajo, sin familia… Estas personas, conocidas ya como “los sin techo”, son para todos nosotros una llamada a la conversión y una oportunidad de testimoniar mediante las obras, el amor que recibimos de Jesucristo y la esperanza que tenemos en la llegada de su Reino, como pedimos cada día en la oración. 

Esta Jornada, que celebraremos el próximo domingo 27 de Noviembre, tiene este año el lema de “TODOS SOMOS CIUDADANOS. NADIE SIN HOGAR”. Dicha campaña tiene un doble objetivo: por un lado, sensibilizar a todos ante el drama de estas personas que, severamente excluidas de nuestra sociedad, no tienen acceso a los bienes mínimos para vivir dignamente e incluso ni a cuidar de su salud o enfrentar adicciones. Por otro, alertarnos en este tiempo de crisis, para que hagamos un esfuerzo especial por atender a aquellos más vulnerables, como pueden ser en este caso los ancianos, los parados y los inmigrantes y, al menos, que no siga incrementándose en nuestra sociedad el número de los “sin techo”.

El Adviento es tiempo de oración y de espera vigilante, siempre dispuestos a entregar nuestra vida y trabajo por los demás. Cristo nos exhorta a velar y a ser fieles. Nos pide que lo sigamos. Nos pide adherirnos y colaborar con Él. No puede ser discípulo de Cristo aquel que se queda inmóvil e indiferente mirando hacia otro lado.

Como pastor de la Iglesia que camina en la diócesis de Asidonia-Jerez, agradezco de forma especial a todos cuantos hacen posible la asistencia generosa en los distintos comedores y albergues y trabajan de modo diverso por paliar de alguna forma el sufrimiento y desamparo en que viven muchos hermanos nuestros.

Quiero expresar mi gratitud a todos por los esfuerzos que estáis realizando con vuestro trabajo y dinero por hacer más llevaderos los daños de la crisis no sólo económica, sino también de verdad y de caridad que padecemos. Mi apoyo a todos los sacerdotes, religiosos/as, los equipos parroquiales, técnicos y voluntario/as de Cáritas y entidades colaboradoras que lucháis con tesón y esperanza, manifestando con vuestro compromiso caritativo y trabajo solidario, que el Reino que nos ha traído Jesucristo, es un Reino que para todos viene y a todos nos debe alcanzar.

Por tanto, hermanos, en esta circunstancia de precariedad económica que estamos atravesando, pero simultáneamente iluminada por la fe que nos permite vivir el Adviento como un “tiempo de salvación”, pido al Señor y a la Santísima Virgen que también conocieron circunstancias parecidas- que nos fortalezcan en la caridad para con todos aquellos que más necesitan de nuestra atención y generosidad.


Domingo 27 de Noviembre de 2011
+ José Mazuelos Pérez
Obispo de Asidonia-Jerez

28.11.11
La liturgia con su realismo y sus contenidos pone a la Iglesia en un tiempo de características y expresiones espirituales: la espera, la esperanza, la oración por la salvación universal.

Preparándonos a la fiesta de Navidad, nosotros pensamos en los justos del AT que han esperado la primera venida del Mesías. Leemos los oráculos de sus profetas, cantamos sus salmos y recitamos sus oraciones.

Pero nosotros no hacemos esto poniéndonos en su lugar como si el Mesías no hubiese venido todavía, sino para apreciar mejor el don de la salvación que nos ha traído.


El Adviento para nosotros es un tiempo real. Podemos recitar con toda verdad la oración de los justos del AT y esperar el cumplimiento de las profecías porque éstas no se han realizado todavía plenamente; se cumplirán con la segunda venida del Señor. Debemos esperar y preparar esta última venida.

En el realismo del Adviento podemos recoger algunas actualizaciones que ofrecen realismo a la oración litúrgica y a la participación de la comunidad:

- La Iglesia ora por un Adviento pleno y definitivo, por una venida de Cristo para todos los pueblos de la tierra que todavía no han conocido al Mesías o no lo reconocen aún al único Salvador.

- La Iglesia recupera en el Adviento su misión de anuncio del Mesías a todas las gentes y la conciencia de ser "reserva de esperanza" para toda la humanidad, con la afirmación de que la salvación definitiva del mundo debe venir de Cristo con su definitiva presencia escatológica.

- En un mundo marcado por guerras y contrastes, las experiencias del pueblo de Israel y las esperas mesiánicas, las imágenes utópicas de la paz y de la concordia, se convierten reales en la historia de la Iglesia de hoy que posee la actual "profecía" del Mesías Libertador.

- En la renovada conciencia de que Dios no desdice sus promesas -¡lo confirma la Navidad!- la Iglesia a través del Adviento renueva su misión escatológica para el mundo, ejercita su esperanza, proyecta a todos los hombres hacia un futuro mesiánico del cual la Navidad es primicia y confirmación preciosa.

A la luz del misterio de María, la Virgen del Adviento, la Iglesia vive en este tiempo litúrgico la experiencia de ser ahora "como una María histórica" que posee y da a los hombres la presencia y la gracia del Salvador.

La espiritualidad del Adviento resulta así una espiritualidad comprometida, un esfuerzo hecho por la comunidad para recuperar la conciencia de ser Iglesia para el mundo, reserva de esperanza y de gozo. Más aún, de ser Iglesia para Cristo, Esposa vigilante en la oración y exultante en la alabanza del Señor que viene.
Texto de Arciprensa.com
Imagen de la Red

27.11.11
Es el tiempo mariano por excelencia del Año litúrgico. Lo ha expresado con toda autoridad Pablo VI en la Marialis Cultus, nn. 3-4.

Históricamente la memoria de María en la liturgia ha surgido con la lectura del Evangelio de la Anunciación antes de Navidad en el que con razón ha sido llamado el domingo mariano prenatalicio.

Hoy el Adviento ha recuperado de lleno este sentido con una serie de elementos marianos de la liturgia, que podemos sintetizar de la siguiente manera:

- Desde los primeros días del Adviento hay elementos que recuerdan la espera y la acogida del misterio de Cristo por parte de la Virgen de Nazaret.

- La solemnidad de la Inmaculada Concepción se celebra como "preparación radical a la venida del Salvador y feliz principio de la Iglesia sin mancha ni arruga ("Marialis Cultus 3).

- En las ferias del 17 al 24 el protagonismo litúrgico de la Virgen es muy característico en las lecturas bíblicas, en el tercer prefacio de Adviento que recuerda la espera de la Madre, en algunas oraciones, como la del 20 de diciembre que nos trae un antiguo texto del Rótulo de Ravena o en la oración sobre las ofrendas del IV domingo que es una epíclesis significativa que une el misterio eucarístico con el misterio de Navidad en un paralelismo entre María y la Iglesia en la obra del único Espíritu.

En una hermosa síntesis de títulos. I. Calabuig presenta en estas pinceladas la figura de la Virgen del Adviento:

- Es la "llena de gracia", la "bendita entre las mujeres", la "Virgen", la "Esposa de Jesús", la "sierva del Señor".

- Es la mujer nueva, la nueva Eva que restablece y recapitula en el designio de Dios por la obediencia de la fe el misterio de la salvación.

- Es la Hija de Sion, la que representa el Antiguo y el Nuevo Israel.

- Es la Virgen del Fiat, la Virgen fecunda. Es la Virgen de la escucha y de la acogida.

En su ejemplaridad hacia la Iglesia, María es plenamente la Virgen del Adviento en la doble dimensión que tiene siempre en la liturgia su memoria: presencia y ejemplaridad. Presencia litúrgica en la palabra y en la oración, para una memoria grata de Aquélla que ha transformado la espera en presencia, la promesa en don. Memoria de ejemplaridad para una Iglesia que quiere vivir como María la nueva presencia de Cristo, con el Adviento y la Navidad en el mundo de hoy.

En la feliz subordinación de María a Cristo y en la necesaria unión con el misterio de la Iglesia, Adviento es el tiempo de la Hija de Sión, Virgen de la espera que en el "Fiat" anticipa el Marana thá de la Esposa; como Madre del Verbo Encarnado, humanidad cómplice de Dios, ha hecho posible su ingreso definitivo, en el mundo y en la historia del hombre.

Texto de Arciprensa.com
Imagen de la Red

26.11.11

La teología litúrgica del Adviento se mueve, en las dos líneas enunciadas por el Calendario romano: la espera de la Parusía, revivida con los textos mesiánicos escatológicos del AT y la perspectiva de Navidad que renueva la memoria de alguna de estas promesas ya cumplidas aunque si bien no definitivamente.


El tema de la espera es vivido en la Iglesia con la misma oración que resonaba en la asamblea cristiana primitiva: el Marana-tha (Ven Señor) o el Maran-athá (el Señor viene) de los textos de Pablo (1 Cor 16,22) y del Apocalipsis (Ap 22,20), que se encuentra también en la Didaché, y hoy en una de las aclamaciones de la oración eucarística. Todo el Adviento resuena como un "Marana-thá" en las diferentes modulaciones que esta oración adquiere en las preces de la Iglesia.

La palabra del Antiguo Testamento invita a repetir en la vida la espera de los justos que aguardaban al Mesías; la certeza de la venida de Cristo en la carne estimula a renovar la espera de la última aparición gloriosa en la que las promesas mesiánicas tendrán total cumplimiento ya que hasta hoy se han cumplido sólo parcialmente. El primer prefacio de Adviento canta espléndidamente esta compleja, pero verdadera realidad de la vida cristiana.

El tema de la espera del Mesías y la conmemoración de la preparación a este acontecimiento salvífico toma pronto su auge en los días feriales que preceden a la Navidad. La Iglesia se siente sumergida en la lectura profética de los oráculos mesiánicos. Hace memoria de nuestros Padres en la Fe, patrísticas y profetas, escucha a Isaías, recuerda el pequeño núcleo de los anawim de Yahvé que está allí para esperarle: Zacarías, Isabel, Juan, José, María.

El Adviento resulta así como una intensa y concreta celebración de la larga espera en la historia de la salvación, como el descubrimiento del misterio de Cristo presente en cada página del AT, del Génesis hasta los últimos libros Sapienciales. Es vivir la historia pasada vuelta y orientada hacia el Cristo escondido en el AT que sugiere la lectura de nuestra historia como una presencia y una espera de Cristo que viene.

En el hoy de la Iglesia, Adviento es como un redescubrir la centralidad de Cristo en la historia de la salvación. Se recuerdan sus títulos mesiánicos a través de las lecturas bíblicas y las antífonas: Mesías, Libertador, Salvador, Esperado de las naciones, Anunciado por los profetas... En sus títulos y funciones Cristo, revelado por el Padre, se convierte en el personaje central, la clave del arco de una historia, de la historia de la salvación.

                                                                                                      Texto de Arciprensa.com
                                                                                                                                       Imagen de la red

24.11.11 ,
Os anunciamos que hemos iniciado conversaciones con la dirección de la Banda de Cornetas y Tambores de Lebrija “Amor y Sacrificio”, para que después de casi 18 años vuelvan a acompañar a nuestros titulares el Miércoles Santo de 2012.


Aunque han sufrido una reorganización y un cambio de estilo, desde el año pasado están empujando fuerte con un repertorio amplio y con las mismas buenas maneras que lo hacían antes.

D. Gustavo Piñero Ruiz nos ha manifestado su predisposición para que el Miércoles Santo esta Banda de indudable calidad, esté presente en nuestra Estación de Penitencia. Para muestra, un botón de su estilo trianero, grabado en el certamen de bandas María Santísima de la Soledad de Dos Hermanas en abril de 2011 .


Esperamos que las conversaciones lleguen a buen puerto y contémos con su presencia. Os seguiremos informando.



23.11.11 ,
Es para nosotros una gran satisfacción y motivo de alegría que se haya nombrado Pregonero de la Semana Mayor de 2012 a D. José Luis Palmero García, secretario de nuestra Hermandad.


Conocido por todos en nuestra Parroquia, viene desarrollando una importante labor al frente de la secretaría del Consejo Parroquial desde hace ya unos años, al frente de la Secretaría de nuestra Hermandad, como catequista, como miembro de la Coral Santo Domingo de Guzmán y como miembro del grupo de lectores de nuestra Comunidad, entre otras labores.

José Luis, Licenciado en Economía por la Universidad de Sevilla y que desarrolla su actividad profesional en el Instituto de Enseñanzas Medias EL Convento, tiene ahora por delante unos días, que culminarán el Domingo de Pasión, para anunciarnos el comienzo de nuestra Semana Mayor 2012.

Nuestras felicitaciones a su mujer Pepi, a sus hijos José Luis y Carmen y a su familia, porque sin duda será un acontecimiento que quedará gratamente grabado en sus memorias y en la nuestra. Adelante y suerte “Secretario”.

18.11.11
Ofrecemos a nuestros seguidores la firma del Arzobispo Castrense de España D. Juan del Río Martín, quien aborda un interesante tema escatológico unas veces negado hoy, otras debatido, y otras utilizado por sectas de todo pelaje: el infierno. 

Algunos se han empeñado en dejar vacío el infierno, movidos por un fuerte sentimentalismo que representa “el buenísimo religioso”. Esta postura es falaz porque adolece de un doble error: que el amor divino no puede estar en contradicción con la justicia (cf. Conc. IV de Letrán) y que ignora el papel de la libertad del sujeto. “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”, dirá san Agustín. En esta misma línea, dice el Papa actual: “puede haber personas que han destruido totalmente en sí mismas el deseo de la verdad y la disponibilidad para el amor. Personas en las que todo se ha convertido en mentira; personas que han vivido para el odio y que han pisoteado el mismo amor. Ésta es una perspectiva terrible, pero en algunos casos de nuestra propia historia podemos distinguir con horror figuras de este tipo. En semejantes individuos no habría ya nada remediable y la destrucción del bien sería irrevocable: esto es lo que se indica con la palabra infierno” (Benedicto XVI, Spe Salvi, 45).


Dios no predestina a nadie a ir al infierno. Su existencia no es un invento de la Iglesia para tener a sus fieles atemorizados. Nunca el miedo nos acerca al Señor, porque estrecha la mente, anquilosa el corazón y nos hace inoperantes. En cambio, el “santo temor de Dios” y el no olvidar que podemos ser merecedores de “las penas del infierno”, es otra cosa muy distinta, porque nos estimula al reconocimiento continuo de la grandeza del amor divino, a la conversión del corazón y a mantener una actitud vigilante en nuestra vida.

Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia acerca del infierno no son amenazas, sino llamamientos a la responsabilidad con la que el hombre debe usar su libertad en relación con Dios, con los demás y consigo mismo. Sólo aquellos que mantienen una aversión voluntaria a Dios (pecado mortal) y persisten en él hasta el final de sus días, escucharán la sentencia divina: “apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, que fue destinado para el diablo y sus ángeles” (Mt 25,41). Ese “fuego que nunca se apaga”, que diría Jesús (cf. Mt 5,22.29; 13, 42.50; Mc 9,43-48), representa la separación total y eterna de Dios. En esa situación el pecador sufrirá la infelicidad, se hallará “en tinieblas y en sombras de muerte” para siempre (cf. Vaticano II, LG, 48; CAT 1035).

Si algunos piensan que esto es exagerado y pasado de moda, les remito a que repasen “los infiernos humanos”, fabricados por las ideolologías deshumanizadas y las estructuras sociales injustas, que pisotean la dignidad de los hombres y de los pueblos. Que vean “los infiernos familiares” como consecuencias del desamor, del engaño y que, en muchísimas ocasiones, llegan hasta la violencia de todo tipo. Se pueden continuar analizando tantos “infiernos personales”, que son frutos del egoísmo y del desprecio de lo más elemental, que es el cumplimiento de los Diez Mandamientos. Y contemplando este panorama de “infiernos”, ¿se podrá negar la existencia de un infierno eterno después de la muerte? ¿No son los mismos que hacen aquí estos “infiernos” lo que se ganan a pulso ser miembros del reino del diablo? Porque, como dice san Agustín: “se hizo digno de pena eterna el hombre que aniquiló en sí el bien que pudo ser eterno” (La ciudad de Dios, 11) ¡No olvidemos nunca, que el misterio de la “otra orilla”, se anticipa de alguna manera en esta “otra orilla”!



† Juan del Río Martín,
Arzobispo Castrense de España

20.10.11

En cierta ocasión los fariseos se reunieron en grupo y le hicieron a Jesús una pregunta que era motivo de discusión y debate entre los sectores más preocupados de cumplir escrupulosamente los seiscientos trece preceptos más importantes sobre el sábado, la pureza ritual, los diezmos y otras cuestiones: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?».




La respuesta de Jesús es muy conocida entre los cristianos: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser». Este es el más importante. Luego añadió: «El segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo». Y concluyó con esta afirmación: «Estos dos mandamientos sostienen la Ley y los profetas».

Nos interesa mucho escuchar bien las palabras de Jesús pues también en la Iglesia, como en el antiguo Israel, ha ido creciendo a lo largo de los siglos el número de preceptos, normas y prohibiciones para regular los diversos aspectos de la vida cristiana. ¿Qué es lo primero y más importante? ¿Qué es lo esencial para vivir como seguidores de Jesús?

Jesús deja claro que no todo es igualmente importante. Es un error dar mucha importancia a cuestiones secundarias de carácter litúrgico o disciplinar descuidando lo esencial. No hemos de olvidar nunca que sólo el amor sincero a Dios y al prójimo es el criterio principal y primero de nuestro seguimiento a Jesús.

Según él, ese amor es la actitud de fondo, la fuerza clave e insustituible que pone verdad y sentido a nuestra relación religiosa con Dios y a nuestro comportamiento con las personas. ¿Qué es la religión cristiana sin amor? ¿A qué queda reducida nuestra vida en el interior de la Iglesia y en medio de la sociedad sin amor?

El amor libera nuestro corazón del riesgo de vivir empobrecidos, empequeñecidos o paralizados por la atención insana a toda clase de normas y ritos. ¿Qué es la vida de un practicante sin amor vivo a Dios? ¿Qué verdad hay en nuestra vida cristiana sin amor práctico al prójimo necesitado?

El amor se opone a dos actitudes bastantes difundidas. En primer lugar, la indiferencia entendida como insensibilidad, rigidez de mente, falta de corazón. En segundo lugar, el egocentrismo y desinterés por los demás.

En estos tiempos tan críticos nada hay más importante que cuidar humildemente lo esencial: el amor sincero a Dios alimentado en celebraciones sentidas y vividas desde dentro; el amor al prójimo fortaleciendo el trato amistoso entre los creyentes e impulsando el compromiso con los necesitados. Contamos con el aliento de Jesús.


José A. Pagola

16.10.11
«Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios» dice el Señor en el Evangelio ( Mt 22, 15-21). Cada cosa en su sitio.




EN LO HUMANO NO HAY DOGMAS

La política, como el futbol, o el mundo empresarial hay muchas formas de llevarlas a cabo, lo que hay que conseguir es que esas actividades no estén separadas de Dios.

Que Dios esté presente en el mundo empresarial, en el mundo de la política o en el deporte depende, en gran medida, de los cristianos laicos que tienen que santificar esas realidades.

Pero no se puede decir que haya remates de cabeza «católicos» o saques de puertas propiamente «ateos», porque hay muchas formas en las que un seguidor de Cristo puede jugar al futbol. Y todos los jugadores han sido creados por Dios.

En el libro de Isaías se puede leer como el mismo Dios dice que un rey que no era judío había sido puesto por él (cfr. Primera lectura de la Misa: Isaías 45, 1. 4-6). Ciro no era del pueblo elegido, y no hacía la política del rey de Israel.

Porque el Dios del universo está por encima de esas decisiones humanas: verdaderamente el gobierna a todos los pueblos (cfr. Salmo responsorial: 95).

Por eso en la política puede haber tantas soluciones validas como personas, siempre que no se aparten de esa sana ecología que Dios enseña.

De ahí que no puede haber un partido que represente a los cristianos, porque en lo humano hay muchas opciones. Los cristianos no somos de carril único en estas materias.

Cuando se ha intentado unir a Dios con un partido la cosa ha salido mal: Dios es de todos. «El hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos» (Antífona de comunión).

Pero puede haber decisiones que vayan en contra de la racionalidad, o del sentido común.

Mucho ha hablado el Papa Benedicto sobre los delitos contra la vida humana, porque eso no son ya decisiones políticas simplemente. Por eso dice san Pablo que los cristianos brillamos «como lumbreras del mundo» (Aleluya de la Misa), porque hay que manifestar el esplendor de la verdad, y el Papa lo hace.

Está claro, la Iglesia no hablará de futbol, pero sí levantará su voz cuando en un estadio no haya respeto por los demás.

6.10.11

INVITACION

A través de sus parábolas Jesús va descubriendo a sus seguidores cómo experimenta a Dios, cómo interpreta la vida desde sus raíces más profundas y cómo responde a los enigmas más recónditos de la condición humana. Quien entra en contacto vivo con sus parábolas comienza a cambiar. Algo "sucede" en nosotros. Dios no es como lo imaginamos. La vida es más grande y misteriosa que nuestra rutina convencional de cada día. Es posible vivir con un horizonte nuevo. Escuchemos el punto de partida de la parábola llamada «Invitación al Banquete».
 

Según el relato, Dios está preparando una fiesta final para todos sus hijos e hijas, pues a todos quiere ver sentados junto a él, en torno a una misma mesa, disfrutando para siempre de una vida plena. Esta imagen es una de las más queridas por Jesús para sugerir el final último de la historia humana. Frente a tantas imágenes mezquinas de un Dios controlador y justiciero que impide a no pocos saborear la fe y disfrutar  de la vida, Jesús introduce en el mundo la experiencia de un Dios que nos está invitando a compartir con él una fiesta fraterna en la que culminará lo mejor de nuestros esfuerzos, anhelos y aspiraciones.Jesús dedica su vida entera a difundir la gran invitación de Dios: «El banquete está preparado. Venid».

Este mensaje configura su modo de anunciar a Dios. Jesús no predica doctrina, despierta el deseo de Dios. No impone ni presiona. Invita y llama. Libera de miedos y enciende la confianza en Dios. En su nombre, acoge a su mesa a pecadores e indeseables. A todos ha de llegar su invitación. Los hombres y mujeres de hoy necesitan descubrir el Misterio de Dios como Buena Noticia. Los cristianos hemos de aprender a hablar de él con un lenguaje más inspirado en Jesús, para deshacer malentendidos, aclarar prejuicios y eliminar miedos introducidos por un discurso religioso lamentable que ha alejado a muchos de ese Dios que nos está esperando con todo preparado para la fiesta final.

En estos tiempos en los que el descrédito de la religión está impidiendo a muchos escuchar la invitación de Dios, hemos de hablar de su Misterio de Amor con humildad y con respeto a todos, sin forzar las conciencias, sin ahogar la vida, despertando el deseo de verdad y de luz que sigue vivo en lo más íntimo del ser humano. Es cierto que la llamada religiosa encuentra hoy el rechazo de muchos, pero la invitación de Dios no se ha apagado. La pueden escuchar todos los que en el fondo de sus conciencias escuchan la llamada del bien, del amor y de la justicia. Difunde la invitación de Dios. Pásalo

DIOS NO ESTÁ EN CRISIS

Lo dicen todos los estudios. La religión está en crisis en las sociedades desarrolladas de Occidente. Son cada vez menos los que se interesan por las creencias religiosas. Las elaboraciones de los teólogos no tienen apenas eco alguno. Los jóvenes abandonan las prácticas rituales. La sociedad se desliza hacia una indiferencia creciente.

Hay, sin embargo, algo que nunca ha de olvidar el creyente. Dios no está en crisis. Esa Realidad suprema hacia la que apuntan las religiones con nombres diferentes (Dios, Yahvé, Alah...) sigue viva y operante. Dios está también hoy en contacto inmediato con cada ser humano con una cercanía insuperable. La crisis de lo religioso no puede impedir que Dios se siga ofreciendo a cada persona en el fondo misterioso de su conciencia.

Desde esta perspectiva, es un error «demonizar» en exceso la actual crisis religiosa como si fuera una situación imposible para la acción salvadora de Dios. No es así. Cada contexto socio-cultural tiene sus condiciones más o menos favorables para el desarrollo de una determinada religión, pero el ser humano mantiene intactas sus posibilidades de abrirse al Misterio último de la vida, que le interpela desde lo íntimo de su conciencia.

La parábola de «los invitados a la boda» nos lo recuerda de manera concluyente. Dios no excluye a nadie. Su único anhelo es que la historia humana termine en una fiesta gozosa. Su único deseo, que la sala espaciosa del banquete se llene de invitados. Todo está ya preparado. Nadie puede impedir a Dios que haga llegar a todos su invitación.

Es cierto que la llamada religiosa encuentra rechazo en no pocos, pero la invitación de Dios no se detiene. La pueden escuchar todos, «buenos y malos», los que viven en «la ciudad» y los que andan perdidos «por los cruces de los caminos». Toda persona que escucha la llamada del bien, el amor y la justicia está acogiendo a Dios.

Pienso en tantas personas que lo ignoran casi todo de Dios. Sólo conocen una caricatura de lo religioso. Nunca podrán sospechar «la alegría de creer». Estoy seguro de que Dios está vivo y operante en lo más íntimo de su ser. Estoy convencido de que muchos de ellos acogen su invitación por caminos que a mí se me escapan.

PARARSE

Nuestros pueblos y ciudades ofrecen hoy un clima poco propicio a quien quiera buscar un poco de silencio y paz para encontrarse consigo mismo y con Dios. Es difícil liberarse del ruido permanente y del asedio constante de todo tipo de llamadas y mensajes. Por otra parte, las preocupaciones, problemas y prisas de cada día nos llevan de una parte a otra, sin apenas permitirnos ser dueños de nosotros mismos.

Ni siquiera en el propio hogar, escenario de múltiples tensiones e invadido por la televisión, es fácil encontrar el sosiego y recogimiento indispensables para descansar gozosamente ante Dios.

Pues bien, paradójicamente, en estos momentos en que necesitamos más que nunca lugares de silencio, recogimiento y oración, los creyentes hemos abandonado nuestras iglesias y templos, y sólo acudimos a ellos masivamente en las eucaristías del domingo.

Se nos ha olvidado lo que es detenernos, interrumpir por unos minutos nuestras prisas, liberarnos por unos momentos de nuestras tensiones y dejarnos penetrar por el silencio y la calma de un recinto sagrado. Muchos hombres y mujeres se sorprenderían al descubrir que, con frecuencia, basta pararse y estar en silencio un cierto tiempo, para aquietar el espíritu y recuperar la lucidez y la paz.

Cuánto necesitamos hoy ese silencio que nos ayude a entrar en contacto con nosotros mismos para recuperar nuestra libertad y rescatar de nuevo toda nuestra energía interior. Acostumbrados al ruido y a las palabras, no sospechamos el bienestar del silencio y la soledad. Ávidos de noticias, imágenes e impresiones, se nos ha olvidado que sólo nos alimenta y enriquece de verdad aquello que somos capaces de escuchar en lo más hondo de nuestro ser.

Sin ese silencio interior, no se puede escuchar a Dios, reconocer su presencia en nuestra vida y crecer desde dentro como hombres, mujeres y como creyentes. La parábola de Jesús es una grave advertencia. Dios no cesa de llamarnos, pero, lo mismo que los invitados del relato parabólico, seguimos cada uno, ocupados en nuestras cosas, sin escuchar su voz con una cierta hondura.

José Antonio Págola

5.10.11
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30.9.11
Un pueblo que produzca sus frutos
Mt 21, 33-43

¿Qué hay que hacer en la vida para acertar? No es fácil responder, pero sin duda es una pregunta vital. ¿Cómo hemos de vivir para que se pueda decir que nuestra vida es un acierto? Nos podemos equivocar en muchas cosas, pero, ¿no habrá algo en que hemos de acertar?


Se suele decir que para llenar una vida es necesario tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Sin embargo, yo conozco a personas que no han hecho ninguna de estas tres cosas y cuya vida me parece un acierto. Y conozco también a personas que han tenido hijos y han escrito libros y cuya vida no parece muy acertada.

Sin duda, hay mucha sabiduría popular en ese dicho, pues, en definitiva, cuando se habla de tener un hijo, plantar un árbol o escribir un libro, se está apuntando a algo fundamental. En la vida se acierta cuando se vive un amor fecundo, capaz de engendrar vida o hacer vivir a los demás. Sólo este amor justifica y llena una vida.

De ahí la dura amenaza que se escucha en el trasfondo de esa parábola de los viñadores que, lejos de entregar los frutos de su trabajo, dan muerte al hijo del dueño. Se les quitará todo para dárselo a otros labradores que «entreguen los frutos a su tiempo». Hay muchas formas de «perder la vida». Basta dedicarse a hacer cada vez más cosas en menos tiempo, creyendo que por el hecho de «hacer cosas» se vive más. Es una equivocación. Por muchas cosas que uno haga, si vive sin amar y sin poner vida en las personas y en el entorno, estará vaciando su vida de su contenido más precioso.

Corre por ahí una reflexión de Luis Espinal, sacerdote jesuita, asesinado en 1980 en Bolivia. Dice así: «Pasan los años y, al mirar atrás, vemos que nuestra vida ha sido estéril. No la hemos pasado haciendo el bien. No hemos mejorado el mundo que nos legaron. No vamos a dejar huella. Hemos sido prudentes y nos hemos cuidado. Pero, ¿para qué? Nuestro único ideal no puede ser llegar a viejos. Estamos ahorrando la vida, por egoísmo, por cobardía. Sería terrible malgastar ese tesoro de amor que Dios nos ha dado.»

Recuerdo que, al morir Juan XXIII, aquel Papa bueno que introdujo en la iglesia y en el mundo un aire nuevo de esperanza, de bondad y de convivencia pacífica, el cardenal Suenens pudo decir que «dejaba el mundo más habitable que cuando él llegó». De Jesús quedó este recuerdo: «Pasó toda la vida haciendo el bien.» A alguno le parecerá tal vez poco. Para el cristiano es el mejor criterio para vivir con acierto.
Jose Antonio Págola

30.9.11
Monseñor José Mazuelos Pérez, presidió ayer jueves la Eucaristía que tuvo lugar en nuestra Parroquia, enmarcada en el solemne Novenario a Nuestra Señora del Rosario  y que concelebró con D. Luis Piñero Carrasco Párroco de la misma y D. Jacinto Naharro Alcázar .


En todo momento se mostró cercano con los numerosos fieles que llenaban el templo y con la naturalidad del Pastor que conoce a su rebaño, quiso destacar en su homilía cómo la Santísima Virgen aceptó la misón de los Arcangeles Miguel, Rafael y Gabriel.

Ntra. Sra. del Rosario

"...¿Quién como Dios?..." La humanidad no puede ir construyendo la verdad, no debe ir haciendo funciones de Dios, porque al final llegará a una meta, antítesis de la verdad misma que siempre prevalece. La Verdad es Jesucristo, "... ese niño dormido que nos presenta la Santísima Virgen ...".

Igual que "... La esperanza en la verdad ..." que la santísima Virgen mostró ante la Anunciación, debe ser el sosten de todos los creyentes como ha quedado demostrado en la reciente JMJ por miles y miles de creyentes.  La esperanza en conseguir un mundo basado en el amor que cada día Jesucristo nos inyecta y que deja fuera de juego ... al dragón ...

Y del mismo modo que "... La medicina de Dios ..." en la que confió la Santísima Virgen y en la que todos debemos fundamentar nuestra esperanza,  Jesucristo, "... ese niño dormido que nos presenta la Santísima Virgen ...".

La celebración estuvo en todo momento llena de cercanía a Nuestra Señora del Rosario, que presidía el Altar Mayor de nuestra Parroquia y a la que cantó la Coral Parroquial, un grupo de jovenes voces y el pueblo asistente. 


23.9.11
Emotivo inicio del Solemne Novenario a Nuestra Señora del Rosario, del que participamos numerosos fieles y devotos. D. Luis Piñero Carrasco, que celebraba su décimo aniversario como sacerdote, quiso solicitar de todos los presentes una perspectiva del devenir diario como un acontecer marcado por los designios del Padre.




Y quiso destacar en su homilía que “… contemplar a la Virgen María Madre de los sacerdotes, significa detenerse ante el Fruto de su seno: Jesús, el Sumo y eterno Sacerdote…” 

La Iglesia ha comprendido desde los inicios el lugar de María: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo la han elevado al espacio salvador central de la Redención. El centro es Él, el Señor crucificado y resucitado; Ella es colocada, justamente como Madre, junto al Hijo.

Ella, que antes que todos y más que todos se ha donado al Hijo, recibió como don ese Corazón Inmaculado que, de la Anunciación en adelante, a cada palpitar, pudo repetir: "Señor mío y Dios mío" y siempre: "¡Hijo mío!".

El sacerdote, “…por su identificación y conformación sacramental con el Hijo de Dios y de Santa María, puede y debe sentirse verdaderamente hijo muy querido de esta altísima y humildísima Madre y dejarse decir por Ella: "¡Hijo mío!"…”

“….El Papa Benedicto XVI nos ha iluminado acerca de esto y nos ha dicho que podemos pertenecer a Cristo "únicamente en unión con todos los que son suyos o lo serán. La comunión me hace salir de mí mismo para ir hacia Él, y por tanto, también hacia la unidad con todos los cristianos. Nos hacemos 'un cuerpo', aunados en una única existencia" (Deus caritas est. n. 14).María. Madre de los sacerdotes y de todos los creyentes, atrae a todos hacia el centro de la Redención, sacándonos de ese diabólico egocentrismo que nos aleja de la matriz divina…”

Sí, también y especialmente a los sacerdotes, "María, la Virgen, la Madre, les enseña qué es el amor y dónde tiene su origen, su fuerza siempre nueva" (Papa Benedicto XVI, Deus caritas est, n. 42).

Desde este espacio le hacemos llegar nuestra más sincera enhorabuena por su aniversario como Sacerdote y le deseamos que siga creciendo en su magisterio y en el servicio a los demás.

14.9.11
La JMJ ha sido, para los que hemos participado, una experiencia inolvidable que queremos compartir con todos los lectores de nuestro blog. Al mismo tiempo nos servirá a nosotros mismos para asimilar todas las viviencias que tuvimos con la distancia de algunas semanas.

Para ver mas fotos pica en la imagen y visita nuestra fotogalería.



Anfora y Corazón

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